jueves

… Creí que todo lo que había sentido en el día era una tontería, estando con ella, mis malestares se reducían a nada, que nos besemos fue tan repentino, aun me parece algo que solo sucedería en mis más disparatadas fantasías. Haber estado con ella en su cuarto, el mismo que soñé, tratando de explicarle lo terrible de mi día, fue un gran consuelo después de tantas horas de angustia. Alejarme de ella e irme a mi casa, no resultó difícil, hasta que intenté dormir, hasta que me tiré en mi colchón, fue como presionar un interruptor que volvió a encender instantáneamente, el vacío de mi pecho, las sombras susurrándome, el escalofrío. No recuerdo en que momento me dormí, no se si esto es dormir, tener sueños tan vívidos, tan próximos a la realidad, incluso cuando desperté todavía me rodeaba esa atmosfera, la continuación de la película que había dejado en pausa la madrugada anterior. Ahora si estaba comiendo, igual a un perro que le dejan su comida en el suelo, me sabían deliciosos esos trozos de carne con sabor a coagulación, que arrancaba con primitivos mordiscos, su textura cruda, de tenues retortijones mientras  la masticaba, el bienestar, la saturación de júbilo, pues entendía al fin qué era todo esto, yo ingería con ansias aquel corazón porque en mi interior éste se reponía ocupando el espacio de la cueva. La serpiente… es un sueño lo sé, pero me pregunto, ¿Así realmente sabe una serpiente? Carne blanca, amarga, y pastosa que se desmorona y disuelve al contacto con la saliva, una serpiente que le haga compañía a mi corazón. Vanesa emanando ternura, gran samaritana, dándole de comer a este mendigo que era yo, que no le importaba que metía a la boca, solo tenía hambre…

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