sábado

… A ella le...


... tocaba en un local de Aviación, a él en el mismo lugar cerquísima de ese hostal, ella dormía de lado, sosegada, respirando despacio, la luz opaca que atravesaba la cortina caía en su cuerpo desnudo, tenía un tatuaje en el hombro, era un sol de flamas gruesas, en el centro un yin yan. Bocarriba pensaba en ella, también en Camila y lo muy presente que estuvo esa noche mientras se movía encima, Idiota, pensó con una sonrisa de desgano, trataba de calcular que tan provechoso había sido estar con ella, la sintió como un oasis en un desierto de incertidumbre. Se vistió, fue al baño donde vio el inmenso arañazo que tenía en el cuello, le echó agua, le ardía, ella continuaba sin despertar, durante varios minutos Martín se mantuvo sentado en la mecedora al lado de la puerta, fumando los cigarrillos que le sobraron, observando a Anaís, faltando una hora para las nueve se acercó a levantarla, le dio un beso en el tatuaje, ella se estremeció levantándose a medias, se apretó la frente, de inmediato preguntó la hora, comentó que podría decir que tuvo un problema y por eso llegaría algo tarde, se volteó. Bajo las sábanas se iba poniendo la ropa interior, el sostén, el jean, las medias, se carcajeaba por la herida en su cuello, le pedía perdón, le preguntó si estaba con novia, le dijo que no, ella respondió igual, se besaron, comentaron lo tarde que era, lo cansados que estaban, ella le sugirió que se tomara un caldo de gallina antes de ir al trabajo, eso fue lo que hizo. Se despidieron en la avenida más cercana, ella tomó un taxi hacia Aviación, él caminó hacia Los Héroes pensando que será un día lleno de preguntas, también de rubor, pensaba en cómo ocultar ese arañón, no se podía, todos lo verían, todos sabrían quien lo hizo, todos imaginarían cómo, él reiría, les contaría lo más superficial obviando detalles importantes, pensaría en ella el resto del día. 

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