Dulzón, negro, profundo, su aroma te transporta a un bosque remoto, una cucharada te estremece todo el cuerpo si está bien hecho, lo suficientemente cargado. Tómalo lento, suspirando, parpadeando. Después puedes leer algo, o escribir, o conversar, o alimentar a los peces, prender la radio, tocar el piano, mirar el horno, pinchar el pavo, pagarle a Teresa, gastar el saldo, teclear, bostezar…
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